La negación es un mecanismo débil. Si bien parece dar resultado, no podemos negar por mucho tiempo algo que sentimos.

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por Mabel Iam

Así, el ego necesita de otra herramienta, más elaborada, que es la proyección. Este mecanismo consiste en proyectar en el exterior un sentimiento o pensamiento interior que el ego rechaza. Casi como una máquina proyectora de la película interna que rechazamos. Un ejemplo: yo no acepto mi sentimiento o pensamiento crítico hacia mi mismo, entonces creo que todos me critican o juzgan. En verdad es mi estructura crítica interna, al no aceptarla como propia, la que lo proyectó en los demás.

Otro mecanismo de la estructura yoica es la introyección. Es lo contrario a la proyección. Por ejemplo, frente a una persona que está enferma, creemos que nosotros también lo estamos. En nuestra mente inconsciente existen patrones internos que hemos introyectado, entre otros los mensajes y los mandatos de nuestra madre, de nuestro padre, de los diversos maestros que hemos tenido.

Este concepto se denomina arquetipo. Los arquetipos psicológicos funcionan psíquicamente como estructuras internas de nuestra personalidad. Están creados por factores mentales o emocionales.

Es el caso del juez interno, que es una figura arquetípica o imagen interna, encargado de juzgarnos y juzgar a los demás. El juez interno tiene una escala de valores de nosotros y del mundo que nos rodea. Este mecanismo que juzga se convierte en un protector, muchas veces negativo, de nuestra naturaleza profunda. Una vez que el juez interno fragmenta nuestra personalidad en bueno o malo, correcto o incorrecto, culpa- ble o inocente, corremos el peligro de que el enemigo interno tome el gobierno de nuestro ego.

Si tu juzgas a las personas, no tendras tiempo para amarlas

” El juez interno es una figura arquetípica o imagen interna, encargado de juzgarnos y juzgar a los demás”

Por ejemplo, nuestro juez puede mandar simbólicamente a prisión o a la oscuridad de nuestra conciencia, a aspectos vi- tales para nuestra supervivencia como la agresividad —en un nivel equilibrado, por supuesto—. Es importante conservar un cierto grado de agresividad instintiva y bien canalizada para vivir en esta sociedad tan competitiva. Si el juez reprime o anula nuestra agresividad, esta energía se volcará en forma tóxica en nuestras relaciones o se manifestará en una enfermedad en el plano físico.

En general, las personas con un juez interno rígido tienen imposibilidades de crear, expresar sus sentimientos, lograr éxito y satisfacción en su vida. Cuando más autoritario es el juez interior, y sus mensajes mentales más represivos y contrarios al ego, existe mayor posibilidad de que el vampiro emerja sobre las sombras de nuestra identidad.

La baja autoestima consiste en no aceptarnos como somos y en declararnos culpables, en un juicio donde somos el jurado, el juez, y el acusado. También existe un mecanismo defensor natural del ego, que lucha por defendernos del juez. Por lo tanto, se crea una guerra interna, que nos sumerge en un círculo negativo, que muchas veces experimentamos diariamente. Esta lucha interior es otro de los motivos del sufrimiento del ser humano. La baja autoestima se genera cuando nos dejamos dominar por un sentimiento desfavorable de autovaloración o nos hemos juzgado y desaprobado a nosotros mismos.

Finalmente, toda esa energía ha girado en contra nuestra. Por ello, las personas con baja autoestima son fáciles de acorralar por el vampiro y sus mensajes internos o externos tóxicos. Cuando una persona tiene un juez autoritario y sin compasión, atrae situaciones donde los demás lo culpan, y él o ella se sienten víctima o termina siendo victimario de otras personas.

El lado opuesto es proyectar el juez interior a los demás y criticar nuestras propias limitaciones psicológicas en los demás. ¿Por qué juzgamos equivocadamente al prójimo? ¿Por qué tenemos tendencia a ver en el prójimo toda clase de defectos?

Porque proyectamos en el otro nuestro propio juez interior.

Lo ideal es que nuestro juez interior sea un observador imparcial de nosotros mismos, que funcione contemplativa y receptivamente, que acompañe el proceso de cambios y transformaciones que vamos experimentando en la vida. Como un maestro, un guía interno que nos orienta a una comprensión más expansiva y profunda de nuestra verdadera naturaleza.

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